Yucatán, el tren y los cerdos en el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032).
Yucatán, el tren y los cerdos en el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032)
jcfm
A pesar de centurias de racismo, discriminación, acoso y esclavitud, Yucatán sigue siendo el baluarte más importante de la lengua Maya tanto en cantidad –más de dos tercios del total nacional– como en calidad de practicantes. Pero el daño centenario –empeorado en los últimos años– están provocando un franco declive, cada vez más pronunciado ante los embates siempre pujantes de un capitalismo sin moral, sin ética y sin rienda, de la mano de un gobierno culpable de etnocidio en una tierra que solamente priva una consigna: hacer dinero a costa de lo que sea, siempre y cuando parezca legal.
Así son las cosas en Yucatán vistas desde el lado maya, sobre todo en estos días de la segunda primavera del Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032).
La cosa no ha mejorado en absoluto desde el 2019, que fue el “Año Internacional de las Lenguas Indígenas” y que coincidió con el primer año presidencial de AMLO. Al contrario. El ritmo etnocida se aceleró en México, especialmente en Yucatán con la implantación de más y más granjas porcícolas industriales y con el magno simulacro de “consulta indígena sobre el tren maya” perpetrado por AMLO y señalado por la misma ONU (en reiteradas ocasiones) como un proceso falso e ilegítimo según las directrices internacionales.
Así como caso del tren de AMLO, el caso del Grupo KUO (KEKÉN) es muy ilustrativo de cómo se desarrolla en Yucatán el “Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas 2022-2032”.
En las inmediaciones de cientos de comunidades mayas el Grupo KUO (KEKÉN) ha implantado cientos y cientos de granjas porcícolas “aparceras” que, cual monstruos apocalípticos, succionan millones de metros cúbicos de agua del subsuelo para uso y consumo de decenas de cientos de miles de cerdos, que a su vez producen ingentes cantidades de excremento que junto con varias sustancias químicas contaminan el agua del subsuelo. Al respecto, las élites empresariales y el gobernador Mauricio Vila Dosal tienen el cinismo criminal de decir que ello no representa ningún riesgo ni peligro para la calidad del agua de los pozos y cenotes de las comunidades mayas.
Decimos Mauricio Vila como decimos Manuel López, que son las cabezas visibles de los grupos de poder actuales. Pero el esquema político-empresarial dominante en Yucatán (y en México) no ha variado en su esencia desde la invasión europea hace cinco siglos: sometimiento social y cultural del pueblo maya, robo de sus tierras, saqueo y contaminación del agua, explotación abusiva de mano de obra, deterioro del entorno, robo de selvas... Yucatán es un compendio de casos de abuso y exterminio contra comunidades mayas, de marginación y discriminación social y cultural... En una palabra: Etnocidio. Decir lo contrario es negar las cifras oficiales (INEGI, SEMARNAT y demás) y negar lo que se ve a diario, en la misma Mérida a la que a diario acuden legiones de dolientes de comunidades rurales con padecimientos crónicos debido al agua contaminada, la anemia, la diabetes y demás enfermedades de la pobreza; legiones que bajo todo el peso de su malestar vienen a pedir –en justicia y en derecho– algo de salud a los atestados hospitales públicos, a recibir las migajas de medicinas –cuando las hay– y la limosna de la atención médica siempre poca, insuficiente, apurada o pospuesta tras largas colas en salas y pasillos atestados, como respuesta del Estado al derecho humano a la salud.
Así son las cosas en Yucatán cuando hemos entrado ya a la segunda primavera del “Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas 2022-2032”.
En el papel y en los registros oficiales las granjas del GRUPO KUO (KEKÉN) son “legales” en el sentido burocrático del término, gracias a los muchos vacíos de autoridad y a la franca corrupción en todos los niveles de gobierno, desde la cabeza hasta los pies, como bien ha mostrado en reiteradas ocasiones el gobernador Vila Dosal con el uso y el abuso de la fuerza pública a favor del negocio asqueroso de los cerdos y en contra de las comunidades mayas.
En los mismos términos –pero manu militari– se está imponiendo el proyecto del tren de AMLO (llamado “Maya” en el mismo sentido usurpador del “Kekén” de GRUPO KUO), concebido en el crisol neoliberal de los desvaríos históricos del tirano en turno y ejecutado con irresponsabilidad veleidosa, homicida y ecocida, causando decenas de muertes en carreteras y poblados yucatecos por al tráfico ingente de maquinaria pesada, siempre apurada por las urgencias de ganar tiempo a rajatabla, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, para cumplir los plazos –siempre pospuestos– de las profusas ocurrencias presidenciales.
Así son las cosas en Yucatán entrada la segunda primavera del Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032), donde los gobiernos federal y estatal se han confabulado públicamente (con sonrisas y poses y declaraciones y coqueteos futuristas) en un pacto criminal de manos libres y silencio cómplice en el que uno dice “bienvenido tu tren etnocida” (que bien deja dinero en derrama, aunque atropelle, degrade y denigre a las comunidades mayas), mientras del lado federal se da luz verde (¡Cómo no! Para ello están CONAGUA, SEMARNAT, RAN y demás) a los depredadores locales para el uso y el abuso de los recursos del territorio maya. Ambos niveles, el federal y el estatal, van unidos y a toda marcha, con todo el poder etnocida que puede tener un Estado racista, discriminador, negligente y fundamentalmente corrupto.
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Es precisamente por casos como el de Yucatán y México que la ONU decretó en diciembre de 2019 (al cierre del “Año Internacional de las Lenguas Indígenas”, mientras AMLO hacía su gran farsa de “consulta indígena sobre el tren”) que la década del 2022 al 2032 sería el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas.
Ya entramos en la segunda primavera de este Decenio y en Yucatán siguen ganando los cerdos. (jcfm, 28 de marzo de 2023).
