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La banderita “yucateca” de Renán Barrera



“En México son más las personas que escriben libros que las que los leen”, reza un dicho vernáculo que algo tiene de cierto, sobre todo si se aplica a políticos yucatecos como Mauricio Vila, quien con toda desvergüenza y egolatría ha publicado un libro “de su autoría” que alguien hizo el pagado favor de escribirle. Pero ya hablaremos de ello en otro artículo. Hoy analizaremos la estupidez histórica de otro político que quiere ser gobernador y a quien le hace falta mucha lectura.  

 

Renán Barrera Concha, varias veces ex alcalde de Mérida, ha tomado la banderita “yucateca” (verde, blanca y roja, con cinco estrellas) como sello de su campaña electorera por la gubernatura. Y al igual que otros tantos símbolos “politizados”, la susodicha banderita no es sólo un anacronismo tonto (pues, por ejemplo, una de las cinco estrellitas simboliza a Campeche), sino también es el recuerdo de una traición nefasta y terrible cometida contra el pueblo Maya (lo cual, paradójicamente y después de todo, va muy bien con lo que representan Barrera Concha y toda la clase política yucateca). No es que al candidato le importe mucho, pero tal vez habría que recordarle que dicho emblema nació al calor de la rebelión federalista peninsular de 1839-1843 contra el régimen autoritario y centralista del presidente Antonio López de Santa Anna, cuando Yucatán (que entonces abarcaba también los actuales estados de Campeche y Quintana Roo) se separó política y administrativamente –hasta 1848– del resto de México.

 

En dicha rebelión federalista prácticamente todo el peso de la lucha armada recayó en las tropas conformadas mayormente por guerreros mayas del oriente peninsular –los llamados “huites”– comandados por el caudillo Santiago Imán Villafaña, quien los convocó con las promesas (que la élite política yucateca asumió como suyas) de darles la ciudadanía plena (que no tenían), de exentarlos de las pesadas cargas tributarias y de reconocer sus derechos sobre las tierras que siempre (incluso durante toda la Colonia) habían sido suyas pero cuyo despojo a manos “blancas” se desató –paradójicamente– a raíz de la independencia de 1821 (la que AMLO llama “1T” , antecedente de su traidora “4T”). Es decir, los guerreros mayas fueron reclutados por los federalistas yucatecos bajo la falsa promesa de que finalmente serían tratados con humanidad y justicia.

 

Los “huites” resultaron ser excelentes guerreros: sumamente hábiles en el manejo de las armas, grandes conocedores de las condiciones del terreno (es decir, de la selva peninsular donde siempre habían vivido), valientes en extremo y de gran resistencia física, además de estar muy bien cohesionados como fuerza de combate. Gracias a ello apabullaron a las tropas centralistas enviadas desde México, por lo que el ejército invasor tuvo que rendirse y abandonar la Península totalmente derrotado.

 

Hubo entonces desfiles triunfales en Campeche y Mérida, y entre otras grandes muestras de respeto y admiración se hicieron poemas y se cantaron loas a los guerreros “huites”; asimismo, el Congreso estatal aprobó leyes a su favor, pareciendo que las promesas se harían realidad. Pero más temprano que tarde las facciones políticas de Mérida y Campeche (principalmente las de Miguel Barbachano y Santiago Méndez) volvieron a la disputa por el poder y empezaron a darle largas al cumplimiento de las promesas anteriores, revirtiendo incluso las leyes que ya se habían aprobado y reclutando –con más promesas y ofrecimientos– otra vez a los “huites”, ahora para sus pleitos facciosos. (En 1846, por ejemplo, durante uno de los enfrentamientos armados entre la facción campechana de Méndez y la meridana de Barbachano, el jefe militar Antonio Trujeque arengó de la manera siguiente a su tropa: “Hijos de Tutul Xiu y de Cocom, sois los leales defensores, sois los dignos hijos de la patria. Y pronto la patria os recompensará”.)

 

Para no hacer largo el cuento, después de cuatro años de mentiras y traiciones aquellos guerreros “huites”, héroes de la “guerra de independencia yucateca” (que dio lugar a la banderita que hoy enarbola –cual vulgar traidor– el ex alcalde meridano Renán Barrera) decidieron sacudirse de una vez por todas la tiranía de los “blancos”, desatándose así el más terrible, sangriento y largo episodio armado de nuestra historia peninsular, mismo que luego se conocería como “la Guerra de Castas” (1847-1902).  Como resultado, en 1848 los políticos locales tuvieron que arriar y tirar a la basura su banderita “yucateca” y su orgullo para irle a pedir apoyo económico y militar al presidente López de Santa Anna, ya que los guerreros mayas estaban apabullando al ejército de los “blancos” y estuvieron a punto de tomar Mérida.

 

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Las investigaciones históricas y antropológicas de las últimas décadas han demostrado cómo y por qué los historiadores decimonónicos “oficiales” como Justo Sierra O’Reilly, Serapio Baqueiro, Eligio Ancona y otros se dedicaron a tratar de minimizar y ocultar la verdad sobre la responsabilidad que tuvieron los políticos “blancos” en la gestación de la “Guerra de Castas”, y cómo dichos historiadores quisieron echarle toda la culpa a la “raza maldita” (así llamó a los mayas Sierra O’Reilly, quien desde hace más de un siglo tiene su estatua en el Paseo de Montejo, en Mérida) y a caudillos como Santiago Imán, Pastor Gamboa, Vito Pacheco y otros que comandaron a los “huites” en la lucha federalista contra López de Santa Anna. Hay suficiente bibliografía al respecto.

 

No le haría mal a Renán Barrera (o al “escritor” Mauricio Vila) el leer un poco al respecto, en especial el libro “De héroes olvidados. Santiago Imán, los huites y los antecedentes bélicos de la Guerra de Castas”, de Arturo Taracena Arriola (CEPHCIS-UNAM, 2013), para darse cuenta de la realidad histórica de la banderita que tan tonta y amnésicamente está enarbolando hoy el candidato. Aunque, como decíamos antes, la banderita va perfectamente bien con Barrera Concha y su trayectoria política.

 

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Sin la menor duda, lo que mejor caracteriza –hoy como siempre– a toda la Península de Yucatán es la gente Maya y su cultura, que es una cultura viva y fuerte a pesar de todos los esfuerzos gubernamentales por ningunearla y convertirla sólo en un recuerdo que pueda ser consumido y digerido fácil y acríticamente por el turismo masivo.

 

Según el censo del INEGI de 2020, en México hay cerca de 775,000 hablantes de lengua Maya, 67% de los cuales (519,000) está en Yucatán. En el municipio de Mérida viven poco más de 70,000 (9% del total nacional), aunque año con año son menos.

 

(Hay que decir que estas cifras no corresponden a la totalidad de la gente Maya, sino sólo a aquellas personas que actualmente son capaces de hablar dicho idioma materno; el total de personas mayas se obtendría al multiplicar esa cantidad por un factor de tres o mayor).

 

Sin embargo, el gobernador actual de Yucatán (Mauricio Vila Dosal) y el candidato a sucederlo (Renán Barrera Concha), ambos ex alcaldes de Mérida, han hecho todo lo posible por hacer invisible este hecho, continuando así la larga política de traición y ninguneo contra el Pueblo Maya para facilitar la usurpación y el robo de sus tierras, sus recursos naturales y su herencia cultural. Lo cual, repetimos, va muy bien con la banderita electorera “yucateca” (y también campechana) de Renán Barrera y Vila Dosal.

 

Antes de terminar, no está de más recordar que en 2019 (cuando AMLO apenas comenzaba su traición presidencial), la ONU decretó que el decenio 2022-2032 sería el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas. Al respecto, es evidente que en todo México (pero especialmente en la Península de Yucatán, y particularmente en Yucatán y en Mérida) la situación es mucho peor que antes. (jcfm, marzo de 2024).


Texto: jcfm, marzo de 2024

Foto: Haizel de la Cruz

 

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