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El tren de los embusteros. Slim y el Dr. Ceballos.

  • Juan Carlos Faller M.
  • 16 jun 2020
  • 6 Min. de lectura

El tren de los embusteros. Slim y el Dr. Ceballos.

Foto tomada del facebook Alter-Nativas

Por: Juan Carlos Faller M.


En el artículo anterior hablamos de la gran traición del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) en contra de la misma ONU y de los pueblos indígenas de México. En esta ocasión hablaremos de otros embusteros: el Dr. Gerardo Ceballos González y su “Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar”.


Antes de ello, hay que decir que el FONATUR funciona en realidad –desde hace décadas– como una estructura de corrupción autónoma, promoviendo y administrando el saqueo del territorio turístico nacional. FONATUR es, en la práctica, una agencia de proyectos depredadores y de repartición de riqueza pública, un nido de corrupción que sólo gente como el presidente López no quiere ver.


Resulta ahora que FONATUR, como agencia del saqueo nacional, otorgó al magnate Carlos Slim, “a través de su constructora Cicsa [Carso Infraestructura y Construcción] y en consorcio con la española FCC [Fomento, Construcción y Contrato S.A.] –en la que el mismo Slim es socio mayoritario– (...) un contrato por 18 mil 553 millones de pesos para construir el segundo tramo del Tren Maya, que unirá Escárcega con Calkini, en Campeche”, según se lee en nota de la agencia APRO del pasado 30 de abril, firmada por el reportero Mathieu Tourliere.


Y el pasado 11 de junio, Novedades de Quintana Roo (en nota de Alejandro Castro) informó que “Servicios Ecológicos y Científicos S.A de C.V., empresa propiedad de Jorge Gerardo Ceballos, presidente de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar, resultó ganadora del contrato para el diseño de los pasos de fauna del Tren Maya. El contrato [de casi 10 millones de pesos] fue otorgado por FONATUR a través de un procedimiento de invitación restringida (...)”.


Pero resulta que el Dr. Gerardo Ceballos González es el embustero favorito de la familia Slim para temas ambientales, siendo Telcel (de los Slim) y la asociación internacional World Wildlife Fund (WWF, la del osito panda) los principales apoyos de Ceballos.


Siguiendo con el tema de la licitación de los pasos de fauna, es de notar que la “invitación restringida” de FONATUR fue sólo para cinco participantes: una empresa (Servicios Ecológicos y Científicos S.A de C.V., propiedad de Ceballos) y cuatro asociaciones civiles (Biocenosis, Reserva Ecológica El Edén, Onca Maya, y Naturalia). Pero lo curioso es que todos estos “invitados” son miembros destacados de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar (ANCJ), de la cual es presidente el Dr. Ceballos, dueño de la compañía ganadora.


Es decir, a todas luces se trató de otra “licitación” amañada, corrupta y arreglada, al puro estilo FONATUR. (El tramo licitado es de los 551 kilómetros de vía que va de Tenabo a Tulum, pasando por Izamal y Cancún).


Para recordar quién es el Dr. Gerardo Ceballos González, valdría la pena recordar una “Carta a La Jornada Maya” publicada hace casi dos años (17 de julio de 2018), que reproducimos a continuación:


* * * *


Denuncia de mentira sobre jaguares, sin réplica


Sr. Fabrizio León Diez, Director de La Jornada Maya. Estimado señor Director: Han pasado cuatro semanas desde que se publicó la “Denuncia sobre supuesto aumento de jaguares en México” (LJM, 19 de junio de 2018), firmada por quien esto escribe, y no ha habido réplica de la CONANP (cuyo titular, Alejandro Del Mazo Maza, fue acusado de avalar y divulgar información muy dudosa) ni del doctor Gerardo Ceballos González, del Instituto de Ecología de la UNAM, a quien se acusó de mentir al manipular sin sustento las cifras de un falso “censo nacional del jaguar”. En estas semanas de silencio oficial, jalando el hilo de la madeja nos topamos con indicios de una cadena de sabotajes y apropiaciones indebidas de esfuerzos colectivos para el uso faccioso de los resultados. Por ejemplo, en 2016 la UNAM y el Fondo de Cultura Económica (FCE) publicaron el libro “El jaguar en el siglo XXI. La perspectiva continental”, cuya edición fue coordinada –entre otros– por los doctores Rodrigo A. Medellín y Gerardo Ceballos (ambos del Instituto de Ecología de la UNAM). En el segundo capítulo de dicho libro, los doctores señalan (página 56, último párrafo) que el “Cenjaguar I” (2008-2010) indica que en México “el número de jaguares debe ser de 4 mil a 5 mil individuos”. Y más aún, que esta estimación “puede aumentar, ya que existen ambientes que no fueron utilizados en nuestros cálculos (…)”. (Dos años después, el pasado 14 de junio [de 2018] hubo un cambio de parecer: “Cenjaguar I”, cuatro mil jaguares a secas, y una buena noticia: “Cenjaguar II” [2017], ¡cuatro mil 800 jaguares! ¡20 por ciento más!)

Además descubrimos que en dicho libro, en el subcapítulo “Región Península de Yucatán” (páginas 59-62), fue falseado el resultado de un taller que específicamente se realizó en Mérida (14 de enero de 2010) para conformar esa sección del capítulo sobre México. En ese taller (hecho con la urgencia de una “publicación inminente” de los resultados, según se nos dijo) los participantes y supuestos coautores del subcapítulo nos abstuvimos de aventurar un cálculo sobre el número de jaguares en la península, por falta de certeza metodológica y dudas sobre las notables divergencias en los conteos puntuales. Sin embargo, a nuestro subcapítulo y bajo nuestros nombres se incorporó –sin aviso y sin nuestro consentimiento– un burdo resultado del “Cenjaguar I”: “En la Península de Yucatán se estima que hay cerca de mil 850 (jaguares adultos)”. ¿Qué significa “cerca de”? Nadie sabe a ciencia cierta, pero así quedó impreso en dicho ejemplar de las “Ediciones científicas universitarias”, serie “Horizontes y Paradigmas en Ciencia y Tecnología”. (La pseudociencia con traje académico, opina quien esto escribe). Adicionalmente, en dicho libro se omitió nuestra opinión sobre el estado de la población de jaguares en la península, que alertaba: Está declinando en casi todas sus porciones importantes de hábitat (sólo en Calakmul es estable o moderadamente estable), y seguirá declinando en el siguiente quinquenio (2010-2014) al ritmo actual, o mayor. (Tal vez si el comisionado Del Mazo hubiere leído un subcapítulo menos falseado… Aunque tal vez el plan ya estaba trazado…) Señor Director, una de las tragedias de la fabricación de mentiras por parte de los doctores Ceballos y Medellín es que su centro de operaciones (y su pantalla y escudo) ha sido el Instituto de Ecología de la UNAM, que debería ser un sitio blindado contra los abiertos atentados a la ética, pues las repercusiones son graves y muchas, como lo es la desinformación generada y –¿por qué no decirlo?– dirigida al público en general, divulgada con recursos públicos a nivel nacional en medio de un proceso electoral decisivo en la historia moderna de México. Otra repercusión no menos grave es el alto costo que asume la UNAM ante la comunidad científica (en la que profesionalmente se desenvuelven los doctores Ceballos y Medellín) por el largo rastro de sabotajes a esfuerzos colectivos para la apropiación obscena y sucia de sus resultados, lo cual mancha el nombre de la máxima casa de estudios y lo demerita. "Ignorar es responder con inteligencia”, aventuró hace unos días por correo electrónico alguien del IE-UNAM a modo de justificación y coartada, creyendo que les hacía un favor a los doctores Medellín y Ceballos (y de paso al licenciado Del Mazo). En la “lógica” del México actual donde campean el cinismo y la impunidad eso tal vez sea cierto. No hay consecuencias para los infractores. Tal vez sea “inteligente” de su parte guardar silencio y esperar a que el tsunami de escándalos nacionales se lleve al olvido esta triste historia de mentiras sobre jaguares. Tal vez jurídicamente sea imposible fincar delito electoral al comisionado Del Mazo (hay una especie de blindaje que apela a la incompetencia personal en casos así), pero algo debería de hacer la UNAM (el Instituto de Ecología en particular) sobre los doctores Ceballos y Medellín, cuyos sueldos se cobran del erario. En ciencia, ignorar es no saber. Los doctores sí saben, sólo que en este caso la única respuesta ética posible tal vez sea reconocer con humildad las fallas, pedir con propiedad disculpas y trabajar de modo fehaciente en la reparación del daño. Lo cual tal vez ignoren los doctores cómo hacerlo (a decir por el tiempo transcurrido), a menos que –tarde pero seguros– nos demuestren lo contrario. Gracias de nuevo, señor director; saludos y felicitaciones cordiales a LJM por sus tres años y más publicando (en Maya y Español). Atentamente, Juan Carlos Faller Menéndez Mérida, Yucatán, México.


* * * *


Hasta aquí la carta de hace casi dos años.


Como podemos ver, los embusteros y farsantes del pasado siguen tan campantes, ganando mucho dinero en este sexenio de cuarta, gracias al FONATUR corrupto y corruptor de siempre y gracias a otro presidente –un tal López– que a fin de cuentas es otro más del montón. (J.C.F.M., Jo’, Yucatán, 16 de junio de 2020)

 
 
 

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