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NUESTROS SAGRADOS ÁRBOLES MAYAS


Siipche' /Foto: Haizel de la Cruz


La llamada Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) que elaboran los especialistas para justificar la deforestación de miles de hectáreas de selva en la Península de Yucatán con la intención de construir parques eólicos y fotovoltaicos está basada en un criterio técnico y monetario. Por ejemplo, si hay maderas preciosas como el cedro o caoba, calculan el precio en el mercado y comparan lo que se pierde al desmontar con el costo y beneficio del proyecto, quizá no hace falta hacer estudios tan profundos para imaginar el resultado. Los millones de dólares que se planea generar en el proyecto de energía renovable será siempre muy superior al costo de la selva deforestada.


Así opera la mirada occidental sobre nuestras selvas para bien de la multiplicación de los pesos bajo el uso perverso de términos plásticos como desarrollo, consulta indígena, gobernanza, paisaje biocultural, sustentabilidad, derechos humanos etc. No se toma en cuenta otros criterios y menos a los que habitan históricamente en esos lugares como son los animales, las aves, los niños, las mujeres y los hombres mayas.


Hay miles de árboles que no solo no tienen valor en el mercado, sino, no tienen existencia para el capitalismo, sin embargo para nosotros los mayas, son sagrados y culturalmente valiosos, hay algunos ejemplos sobre su significado según nuestros antiguos saberes.


La Xya’axche’ es un árbol significativo para nuestra cultura maya, en su color se guarda parte de nuestros saberes y pensamientos, en sus ramas, flores y frutos se sostiene nuestra esperanza comunitaria, en su sombra está nuestro descanso, en su raíz la seguridad de nuestra tierra. Ahí convivimos con la X Táabay, ella nos enseña el arte de vivir como mujer y con la mujer. En la Xya’axche’ cantan nuestros dioses en la voz del ruiseñor y desde ahí el xóoch’ o lechuza nos advierte la inminente máquina destructora del devorador de nuestro viento. Nada de esto es valorado por el desarrollista que viene a sembrar su parque de muerte sobre esta vida comunitaria.


Xya'axche' /Foto: Haizel de la Cruz


La Xts’íits’ilche’ se llena de miles de flores amarillas, cada flor produce una gota de miel en la mañana, invita a su fiesta a la abeja, al xuux, a la xunáankaab, y a las decenas de razas de avispas. También los pájaros matizan su color amarillo con rojos y azules, negros y cafés; es una fiesta no solo de miel sino de colores y razas sin discriminación. En su piel miramos la mutación de nuestra piel que se va deshojando para sanar las heridas de la permanente campaña de conquista y colonización. Su semilla nos enseña a nacer entre y sobre las rocas, es decir a pesar de los desarrollos capitalistas que nos esterilizan. El Xts’íits’ilche’ es el canto de las abejas, es la fiesta de la medicinal miel, nada se sabe de ella en ese documento que se llama Manifiesto de Impacto Ambiental, por eso es asesinada, como cualquier ambientalista, por la máquina depredadora que siembra molinos de viento.


El Siipche’ es un árbol vulnerable que alimenta con sus redondos frutos al cenzontle, es parte de los cultivos de Yuum K’áax quien procura sembrarlo siempre, a través de la Yúuya, en torno a las viviendas de las familias mayas para resguardarlas de algunos vientos del xi’ba’albaj que cargan fuerzas no siempre necesarias para la cotidianidad del maya. Es la principal herramienta del aj Meen, con sus ramas cubre con salud el alma (óol) del maya, lo despoja del egoísmo, de la mentira, del odio y de todo lo que le impide ser una persona limpia. El Siipche’ es el cenote de nuestros dioses, es el agua cristalina que nos purifica, es el humo de sahumerio, es la resitencia al dolor de nuestra negación. ¿Qué sabe la MIA y aspa asesina de él, si cada día eliminan al dios murciélago cuando en la clandestinidad lo derriba abatido mientras lo siembra en el frente de la resistencia?


El Pochote o Ch’ooj ofrece su arreglo floral cuando la mayoría de los árboles y las plantas han sido vencidas por la sequía de febrero, marzo, abril y mayo; el encelado ciervo lo corteja a la caída del sol, los secos labios del joven venado reaccionan al endulzado aroma de las flores blancas llenas de agua y fibra, la media noche con ojos parpadeantes en el firmamento, es testigo de esta sincronía omitida en la MIA de los biólogos promovidos por las más blancas universidades globalizadas. El Pochote es sagrado, es el óol de nuestras abuelas que nacen en los montículos que rodean el cenote, es la principal medicina del pueblo maya, mitiga el estrés que provoca la ansiedad por la multitud del dinero, quizá por eso es perseguida y arrancada de raíz por la maquinaria que siembra espejos en paneles solares. El Pochote es una flor que enfrenta la deforestación y preserva con su vitalidad la vida del Maay-ab.


La Xchu’um son los ojos amarillos de Yuum K’áax, son las flores coloreadas por el sur, casa de Yuum Cháak y Yuum nojol iik’. Se levanta rebelde en medio de la devastación, toma de las manos a los bejucos para elevarlos, convoca a la fiesta del color para levantar el ánimo caído del guamil, despierta la pasión del venado, acumula suficiente agua de lluvia como chultun maya para enfrentar el tiempo de sequía. La Xchu’um desafía con su cuerpo al atracador del viento, al atracador del sol, ataja el aspa y con su sombra rescata de las celdas la luz de nuestro sol. Nada saben los “estudios” de impacto ambiental de la rebeldía de nuestro árbol, al parecer, los autores de las tesis, han sido entrenados para ser los kaibil de nuestra selva maya, despojan de nuestro árbol el nido de la Yúuya para reubicarlo al sur donde “no hay existencia”; sin embargo nuestras flores siguen tejiendo sus arreglos para dar a nuestra lengua y cultura la vitalidad de nuestros abuelos más primeros.


Estas son las cinco esquinas de la comunidad maya, son los proyectiles de nuestro Yúuntun, de nuestro tirahule; impactan sobre la dura piel de los parques de energía eléctrica industrial, sobre la apestosa mega granja de cerdos sintéticos, sobre el destructivo monocultivo de la soya transgénica, sobre el fraudulento turismo verde y sobre la loco-motora del espurio tren. Nuestros árboles mayas, tejidos en nuestra selva, desnudan la plasticidad de los sofismas del desarrollo, consulta indígena, gobernanza, sustentabilidad y derechos humanos entre otros. Las flores coloreadas de Yuum K’áax alimentan nuestra esperanza como el ciervo que brama junto a las corrientes de las aguas.

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